UN CUENTO QUE NO ES CUENTO
P. Daniel Albarrán
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Érase una vez...
Érase una vez...
Dos de noviembre:
Día de los difuntos.
Y, algunos los clasifican,
y dicen:
"los fieles difuntos".
Y, enseguida, mi inquietud
me inquieta, y me dice:
-- ¡¿Fieles difuntos?!
-- ¡¿Cómo es eso?!
-- ¡Y, es que hay difuntos de difuntos,
al punto que unos
son "fieles difuntos",
y, otros "infieles difuntos"?
son "fieles difuntos",
y, otros "infieles difuntos"?
-- ¡Ummmmmmm!
Y, se me ocurre pensar, que,
debe ser que algún
piadoso párroco,
de alguna piadosa parroquia,
quiso referirse a sus parroquianos,
que ya habrían muerto,
y, entonces, dijo:
-- "Los fieles difuntos";
es decir, los que eran fieles
de esta parroquia,
y que ya murieron.
Y, desde entonces,
se hizo popular decir así.
Y, me quedo en silencio,
en una mirada como a la inmensidad,
sabiendo que de esos mundos
no se sabe nada.
Y, no se sabrá.
Aunque, hay gente que
dice saber mucho de esos mundos.
Y, algunos hasta dicen, que,
se trata de "un cuarto de al lado".
-- ¡¿Será, porque Jesús dijo, que:
-- En la casa de mi Padre hay muchas estancias;
-- si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio?
Y, me sorprendo al ver
que me estoy tocando la nariz.
Y, no sé cómo interpretar
ese movimiento instintivo
de mi cuerpo, en este momento,
que estoy procurando pensar
sobre estas cosas,
que son misterios
que escapan a la comprensión humana.
Y, me quedo en blanco,
porque, no se me ocurre nada de nada.
Y, en cierta manera,
es mejor que sea así,
porque, es, que, realmente,
no se sabe nada.
Lo único, entonces,
que me invade, de repente,
es que diga:
-- ¡Concédeles, Señor, el descanso eterno!
-- ¡Y, brille para ellos la LUZ PERPETUA!
-- AMÉN.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin
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