LA SEMANA DE HONORES EN LOS 70 ANIVERSARIO
(13 de julio de 2024,
Arciprestazgo San Ambrosio, Puerto la Cruz)
P. Daniel Albarrán
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Se empezaba la semana del ocho de julio.
El sol brillaba como sabe brillar, y brillaba como brilla el sol.
Algunas nubes, sin embargo, buscaban hacer cortina semi-transparente, para hacer que el sol brillara más opaco, y presagiar con ello, que, tal vez, habría lluvias en horas tempranas de la tarde. Empezaba la semana.
Y, para el sábado de la misma se tenía programado hacer homenaje a Mons. Constantino Maradei, quien fuera Obispo de Barcelona.
Y, se pensaba hacer un detalle de algo de su vida: Se cantaría alguna de sus canciones, ya, de algunas de su composición, ya, de algunas de su gusto. Y, de lo que se sabía, por lo menos dos canciones eran suyas, en autoría o en arreglos.
Se decía, así, que eran suyas dos de las canciones decembrinas, que, igualmente, reflejaban la capacidad de expresar ternura y de jugar como niño de un hombre poeta y sensible.
Así, se decía que, eran de su inspiración -- Niño lindo, ante Ti me rindo. -- Corre caballito; vamos a Belén: a ver a María, y al niño también.
También se decía, que, se había hecho una compilación de sus canciones, como autor, unas, y, arreglista otras; y que eso existía en un CD. Pero, era más un decir, porque nadie sabía ni en donde, ni en cuando, ni quienes; mucho menos de quien lo tenía. De igual manera, se le haría homenaje, y se le recordaría. Y, todo, con motivo de los 70 aniversario de la Diócesis de Barcelona.
Y, habría que decir, también, cosas puntuales de su vida y de su obra. Y, en eso se estaba. Entonces, el lunes, por la mañana, se decidía qué resaltar.
Y, habría que resaltar, primero, su espíritu práctico y jovial, en su manera refranera; y habría que traer algunos de sus refranes de uso frecuente, como: -- Vete pal' Callao, pa' qué veas negro con diente de oro...
Y, era, cuando quería mandar a alguien pa' la porra, y de manera elegante lo mandaba y lo ubicaba en una de ubícate. Y, también, mandaba de manera directa pa' la porra, o pal’ zipote. O: -- Agárrame ese trompo con la punta del'uña, pues... cuando desafiaba con la realidad alguna cosa que ya no necesitaba comprobación. O, cuando no cabía duda que estaba seguro de lo que decía, entonces, refraneaba, que “cuando digo que el caballo es blanco, es porque tengo los pelos del caballo en la mano”.
Y, en asuntos de historia de la Independencia de Venezuela, tenía los pelos del caballo en la mano.
0, cuando, en sus pies en la tierra, hacía que otros, también, pisaran tierra, para ser realista: -- Primero, es el comer; después es el filosofar... -- Como para decir, igualmente, en otro refrán, también suyo, de: -- Barriga llena; corazón contento.
O, cuando, en otra oportunidad y ocasión reconocía que era justificada la alegría que esa persona tenía, decía, que ‘Negro que no sea faramallero, no es negro”.
Y, en eso se estaba. Y, cuando se hacía el trabajo de edición para imprimir un trabajo que se tenía sobre Mons. Maradei, en una de quitar, y, en otra de poner, y en otra de indecisión, se volvió a tener en las manos dos de sus libros: -- Bolívar, Gobernante Católico, de Ediciones Paulinas, Caracas,1986; y, el libro -- El Cardenal Quintero, de Ediciones Trípode, Caracas, 1985.
Y, se estuvo en la cuerda de sí, sí, y en la cuerda de si no; de si se añadía, o si no, cosas de estos dos libros al libro que se estaba imprimiendo ya. Y, es que había cosas, realmente interesantes que resaltar, y que Mons. Maradei decía, en el caso de Simón Bolívar, y que era bueno refrescar.
El caso es, que, el asunto es sobre si Simón Bolívar se confesó en su lecho de muerte.
Y, ¿Qué importancia tiene eso?
Ahí es donde está lo interesante, porque, de entre otras cosas, el libro de Mons. Maradei, trata, precisamente, que, Bolívar, fue un gobernador católico. Y, dice, al respecto, que: -- de sobre la muerte de El Libertador se ha escrito mucho. -- desde el punto de vista clínico, como del religioso. -- ya lo dije antes – dice-- de que era mejor que los muertos entierren a los muertos, pero, eso no resuelve nada en lo que respecta si El Libertador se confesó o no se confesó antes de morir. -- sobre todo, porque queda la duda sobre el por qué el Obispo de Santa Marta no asistió al entierro.
Y, con ello, Mons. Maradei hace cita y referencia de su otro libro " *La libertad religiosa en El Libertador* ", donde, igualmente, habla de este punto, realmente, interesante. Por supuesto, era en esos tiempos en que existía la Sociedad Bolivariana, que, era una especie de club de lectores y de estudiosos de la historia de la Independencia, por una parte, y, por otra parte, de la gesta emancipadora que incluía el pensamiento de Simón Bolívar, El Libertador, y los grandes próceres de la Patria.
Y, apunta con datos de historia, que: -- El Obispo de Santa Marta, Doctor José María Estévez, confesó al Libertador;
-- pero, los sacramentos de viático y extrema unción, se los administró el cura de Mamatoco, Pbro. Hermenegildo Barranco. Y, así, Mons. Maradei cuestiona las afirmaciones sin fundamentos históricos del historiador y autor Salvador de Madariaga, quien afirma que el encuentro de El Libertador con Mons. Estévez, el Obispo de Santa Marta, fue un acto externo, un show o una simple apariencia moral por lo que representaba Simón Bolívar; juzgando, así, lo interior de la persona de Simón Bolívar.
Y, en este punto de si El Libertador, se confesó, o no se confesó, se prende la chispa de la idea de acudir a la obra de Gabriel García Márquez, titulada: El General en su laberinto, obra publicada en el año 1989 por la editorial Oveja negra, en Colombia; y tres años antes, en 1986, Ediciones Paulinas, en Caracas, publicaba el libro de Mons. Maradei, Bolívar, Gobernante Católico.
¿Habría leído, después, Mons. Maradei el libro de Gabriel García Márquez; ¿y habría, ahí, material histórico para resolver el asunto de la confesión de El Libertador, en sus últimos días?
Sobretodo, teniendo en cuenta que Gabriel García Márquez, en su imaginación de escritor y novelista, cuenta a su manera los días históricos de El Libertador, de los últimos meses de su vida, desde el siete de mayo, en Santa Fe de Bogotá, con rumbo al puerto para salir a Europa, pero por su mala salud se fue hasta Santa Marta, donde murió, que, aunque, ya iba muriendo de desencanto y soledad, en su decrepitud prematura, como dice textualmente Gabriel García Márquez, de sus, apenas 46 años de edad de Simón Bolívar. Y, en su narrativa libre de atajos y en su plena libertad de juegos literarios, Gabriel García Márquez, conjuga el dato histórico, y dice que el 10 de diciembre el Obispo Estévez, vestido de pontifical por la importancia del acto al que fue llamado por el General Bolívar, acudió a su llamado; y no se supo nada de lo que pudieran hablar aquellos dos, porque fue a puertas cerradas y sin testigos, por orden del mismo enfermo; y apunta el novelista, que fueron solo catorce minutos. Y, en este punto, Gabriel García Márquez, juega con sutileza una postura de ambivalencia de parte de El Libertador; pero, la endereza con las palabras del doctor Alejandro Próspero Reverend, quien lo atendía en su lecho de enfermo, y se desprende en boca del mismo Bolívar, pero en la pluma del escritor, que sí se confesó Simón Bolívar, El Libertador.
El caso es, que, Mons. Maradei, abordó esos temas de historia, con la fidelidad de estudioso y ardor de bolivariano convencido, y defensor de los derechos de libertad.
Y, volviendo a la realidad de la semana de los preparativos, entonces, se volvía a mirar el otro libro de Mons. Maradei: El Cardenal Quintero. Y, aquí, era otra la línea, porque es la admiración y el respeto de Mons. Maradei por el cardenal José Humberto Quintero, en una tarea por resaltar su inteligencia, y, también, su dominio de la palabra escrita.
Y, así, llegamos a esta actividad, del 13 de julio, en la que se hace historia y se hace homenaje. Y, es Mons. Constantino Maradei el centro. Y, terminemos este inicio del homenaje, repitiendo aquello que dijo, cuando estaba de aniversario: “puedo caminar descalzo, porque no he sembrado espinas”. Y, esta certeza suya hace eco en nuestros sentidos y hace quedarse pensativos, porque, es que, nos asusta la simple idea de quitarnos los zapatos para caminar igual que él; y, entonces, es una expresión de admiración en un simple ¡Guao!, que es respeto y admiración, lo que se nos escapa.
¡Guao!
Y, no se diga más.