UN CUENTO DE PRIMERO DE NOVIEMBRE
P. Daniel Albarrán
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Érase una vez...
Había llegado, ya,
el mes de noviembre,
y era primero del mes.
Los diez meses del año
que transcurría, ciertamente,
habían pasado muy aprisa.
Habían pasado igual
como pasan los meses,
ni más rápido, ni menos rápido;
habían pasado como
pasan siempre.
Aún, así, parecería
que había sido muy deprisa.
Y, era primero de noviembre:
-- el día de todos los santos.
Y, era, que:
Un hombre que criaba chivos.
Y, vendía leche de chiva,
y queso de chiva.
Y, también, vendía chivos.
Entonces, un vecino suyo,
de esos que se las pasan
de listos,
fue donde el hombre
que criaba chivos:
-- Fiéme un chivo.
-- Y, se lo pago el día de...
Y, dijo un nombre de un supuesto santo,
que no aparecía en el santoral.
Era, que, como era muy listo,
no iba a pagar el chivo fiado,
porque, nunca llegaría el día
de ese santo.
-- ¡Es que hay gente muy avispada!
Fueron pasando los días,
y el hombre que criaba chivos
seguía a la espera de su pago.
Entonces, llegó el primero
de noviembre:
día de todos los santos.
Y, el hombre que criaba chivos
fue a tocarle la puerta
al que le debía el chivo:
-- ¡Amigo: vengo a que
me pague mi chivo! -- le dijo.
-- ¡Pero, es que hoy no
es el día del santo --
y dijo el nombre del santo, el hombre super avispado.
-- ¡Sí!
-- ¡Pero, hoy, es el día de todos los santos!
-- ¡Así, que, me paga mi chivo!
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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