UN CUENTO DE CONTEMPLACIÓN
P. Daniel Albarrán
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Érase una vez...
Al día siguiente
del Jueves Santo:
El Santísimo
ahí.
Un par de velones
a los lados,
en una sencillez silenciosa.
También en la parte
del piso
había cuatro velones encendidos.
El parpadear
de las llamitas
de los velones
parecían hablar
en el silencio
porque el silencio habla.
No era necesario
decir más.
Era solo estarse ahí.
Si no se tenía
nada qué decir,
porque, a veces,
estamos mudos,
entonces, se miraba
los velones
y en su candelita,
igualmente,
se guardaba silencio.
Y, esa fue
mi CONTEMPLACIÓN:
solo mirar
las llamitas de los velones
en la capilla
del Santísimo
preparada para contemplar.
En un sin decir,
y en un callar,
para solo mirar.
Y, colorín-colorado; este cuento se ha acabado.
Fin
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