jueves, 23 de enero de 2025

EL RELATO DE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO EN LA LITERATURA, ESPECIALMENTE EN CRIMEN Y CASTIGO DE FEDOR DOSTOIEVSKY.

A PROPÓSITO DE LA JORNADA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS

(Desde el 18 al 25 de enero de 2025)

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EL RELATO DE LA RESURRECCIÓN DE LÁZARO EN LA LITERATURA, ESPECIALMENTE EN CRIMEN Y CASTIGO DE FEDOR DOSTOIEVSKY.

(P. Daniel Albarrán)

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(AUDIO UNO).      (AUDIO DOS).   

RESUMEN EN POSTCAD 

El lema de este año para la jornada de oración por la unidad de los cristianos es el diálogo del relato de la resurrección de Lázaro, cuando Marta y Jesús conversan sobre la situación de la muerte de su hermano. El caso es que Marta le reclama a Jesús su ausencia, especialmente, porque le habían mandado aviso que su hermano estaba muy enfermo; y Jesús no había venido: “Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”, le dijo Marta a Jesús. 


Ese diálogo es hoy el lema, porque, Jesús, le habla a Marta de resurrección, y le pregunta si cree.


Y, de ese relato de sobre Lázaro, hay una obra en la literatura que hoy quiero abordar, especialmente, en la obra de Fedor Dostoievski, titulada CRIMEN Y CASTIGO. Y, las razones son porque Dostoievsky hace una aplicación existencialista del sentido de la resurrección de los muertos, como ya veremos, y porque el lema de este año es “¿Crees esto?”.


Empecemos:


Rodya, se llama el personaje principal de CRIMEN Y CASTIGO.



Rodya omienza llevando una vida muy solitaria. Fue a estudiar Derecho, abogado, en San Petesburgo (Rusia). 


Rodya era sobresaliente y muy inteligente. Y se empeña en demostrar que él era capaz de hacer cosas que nadie había hecho, fruto, tal vez, de su inteligencia. Eso lo llevó a la esquizofrenia, prácticamente y empieza a considerarse superior. En sus disquisiciones pensaba que a los seres superiores, a los que eran distintos del común, a los extraordinarios, les estaba permitido hacer cualquier cosa. Precisamente, porque eran superiores. 


Decía, sobre todo en la conversación que tuvo con Porfirio Petróvich,  el juez-policía que lo tenía nervioso, que a los hombres se les divide en dos clases: en seres ordinarios y en seres extraordinarios.


 Los ordinarios han de vivir en la obediencia y no tienen derecho a faltar a las leyes, por el simple hecho de ser ordinarios. En cambio, los individuos extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de crímenes y a violar todas las leyes, sin más razón que la de ser extraordinarios. Y lo había publicado en un artículo de periódico. Ese artículo lo había leído Porfirio Petróvich, y a partir de su contenido, el policía-jefe lo estaba acorralando, según pensaba el propio Raskonikov, o Rodya; pero eran solo suposiciones suyas y no la realidad.


Rodya  comienza a delatarse. Él mismo comienzas a dar pistas para que lo atrapen. Él mismo cae en sus propias trampas mentales.


¿Pero, que fue lo que pasó?


Que mató a la vieja, como reitera casi todo el tiempo el autor. La vieja se llamaba Elena Ivanovna, la usurera, y que era la prestamista de la ciudad, y que se enriquecía a costa de la necesidad de los demás de los que llevaban objetos y prendas para empeñar, y que muchas veces no se recuperaban porque los propietarios no tenían dinero y se les vencía el plazo del préstamo; y el mismo Raskonikov había sido víctima de la usurera, porque, nunca tenía dinero para recuperar lo empeñado.


Rodya programa todo para matarla. 


Le tenía idea y animadversión. La consideraba repudiable y fea, además de miserable y repugnante. Se le añadía el hecho de que fuera la prestamista y la que tenía la casa de empeño. Eso justificaba el sacrificarla matándola, porque era un favor a la humanidad. Y que se le estaba permitido, como el derramar sangre le estaba permitido a los seres superiores. Además, ella era repugnante por ser prestamista y usurera, y un favor a la ciudad era matarla.


Se auto fundamenta en Licurgo, en Solón, en Mahoma, en Napoleón; e inclusive, sostenía que si las ideas de Newtow por una circunstancia o por otra, no hubieran podido llegar a la humanidad sino mediante el sacrificio de una, o cien, o más vidas humanas que fueran un obstáculo para ello, Newton habría tenido el derecho, e incluso el deber, de sacrificar esas vidas, a fin de facilitar la difusión de sus descubrimientos por todo el mundo. Esto no quiere decir, ni mucho menos, que Newton tuviera derecho a asesinar a quien se le antojara o a cometer toda clase de robos, decía,  sino que la mayoría de esos bienhechores y guías de la humanidad han hecho correr torrentes de sangre, porque eran, precisamente, seres extraordinarios.


Decía Rodya que no sólo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco que sea, por encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable, como es natural. Si no lo fueran, les sería difícil salir de la rutina. No quieren permanecer en ella, y yo creo – decía - que no lo deben hacer.



Cuando estaba en la indecisión en lo que ya había determinado hacer escuchó una conversación, precisamente, sobre la “vieja” en el bar del barrio donde vivía. En esa conversación hablaban de la  vieja y que debería morir. Entonces, Rodya, encontró la justificación porque pensó que no era el único que estaba pensando lo que estaba pensando sobre la vieja y su suerte, que ya estaba echada, y que muy pronto pasaría a estarlo por la  acción del hacha con la que la iba a matar 


Era de la opinión que los hombres pueden dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos categorías: una inferior, la de los individuos ordinarios; es decir, el rebaño cuya única misión es reproducir seres semejantes a ellos; y otra superior, la de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oír en su medio palabras nuevas. Naturalmente, las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos característicos de las dos categorías son, a mi entender – decía -, bastante precisos. La primera categoría se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en la obediencia, porque esta obediencia los encanta. Y,  están obligados a obedecer, pues éste es su papel en la vida, y ellos no ven nada humillante en desempeñarlo. En la segunda categoría, todos faltan a las leyes, o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios; esos son los seres superiores.


Los hombres de la primera categoría, los ordinarios, son dueños del presente; los de la segunda, los extraordinarios, del porvenir. La primera conserva el mundo, multiplicando a la humanidad; la segunda empuja al universo para conducirlo hacia sus fines. Las dos tienen su razón de existir. La de la clase superior hacen avanzar al mundo con sus ideas nuevas y novedosas.


En este punto de la novela, el autor juega maravillosamente, y hace que Rodya hable de la Nueva Jerusalén, y hasta del tema de Dios, que es el tema preferido de Dostoyevski en todas sus novelas como en LOS HERMANOS KARAMASOV. Entonces, en esos temas es cuando Porfirio Petróvich lo va envolviendo y lo va ahondando en el sufrimiento de conciencia que tenía Rodya, pero era que eso lo suponía y lo imaginaba Rodya, porque el policía no pensaba nada de eso, ni un poquito. Pero Kodya se sentía con derecho de sentirse un hombre superior. Y no veía que deberia sentirse culpable de matar a la “vieja” usurera. Aquí es cómico un poco el transcurso de la novela, ya que Kodya no sentía remordimiento de haber matado a la “vieja”, pero si de haber matado a la hermana de la vieja, a Lisbet, quien no estaba en los planes de matarla cuando había programado el asesinato, que según él, era un beneficio para la sociedad.


Toda la novela transcurre en esas crisis emocionales, de culpa y de remordimientos, y cae enfermo sin estar enfermo. Es cuando se hace amigo de Sonia Semionovna Marmeladova, de quien se enamora. Ella era una prostituta que se había hecho tal para poder mantener a sus hermanos y a su madrastra. Rodya se siente identificado con ella, por el tipo de bajos mundos en los que ambos se encontraban. Ella, ciertamente, le ayuda. Y es ella quien lo lleva a re-encontrarse consigo mismo en el asumir los hechos de su vida. 


Ella se entera que Rodya mató a la “vieja”. Pero no porque Rodya se lo contó, sino porque ella fue haciendo conexiones de las enfermedades repentinas y recaídas y de sus conversaciones que decían y no decían nada, pero que lo auto-acusaban, y en los que él disfrutaba tanto, que parecía más bien masoquismo. 


Rodya gozaba haciéndose sufrir él mismo, en ese círculo envolvente en el que lleva el autor, y que se llega casi a la desesperación como lector, porque en la siguiente página la trama se vuelve a complicar más de lo que ya estaba.


 Y en ese estilo, el autor se da vida al llevarlo a uno como lector a ir descubriendo facetas nuevas. Por eso, es que sus novelas son consideradas de gran contenido psicológico.


Un detalle muy bonito y sugestivo de la situación, y que es recurso del autor, por supuesto, está en que Sonia le lee a Rodya el pasaje de los Evangelios donde se relata la resurrección de Lázaro. Esa lectura impacta a Rodya .Y desde ese momento, la novela adquiere un toquecito especial. Pareciera que fuera como una parte nueva de la misma novela. De hecho, desde ahí comienza sutilmente a sentirse la idea de la resurrección, en la que Rodya se va sumergiendo, con la ayuda de Sonia, quien lo invita a que se entregue y confiese. Rodya quiere y no quiere. Y, de manera sutil ese pasaje y momento queda inconscientemente en la mente de uno como lector, porque hace la magia de trabajo inconsciente, y pareciera no tener sentido en la novela.


Es cuando Rodya sufre. Lucha. Entra en depresión. Cae en delirios. Tiene fiebres inexplicables. Vive un infierno, literalmente. Es ahí en donde se comprende el título de la novela: “Crimen y castigo”. Pasa días y noches encerrado en su habitación sin querer comer y sin levantarse sumergido en la penumbra de su habitación con ventanas cerradas.


Todo sigue en esa ambigüedad de sentimientos. En que si, pero en que no. Y en que los dos al mismo tiempo. Muy interesante. Se empieza a dar toques de resurrección, en la elaboración de Dostoyevski.


Después de esos recovecos Kodya confiesa. Nadie le cree.


 Pero todos los datos que Rodya da en su confesión concuerdan con lo sucedido en el asesinato de la prestamista, y que había sido una noticia que tenía impactada a la ciudad. Y, como no le creen en la policía, Rodya busca lo que robó en la casa de la usurea donde dijo que estaban cuando lo escondió. Todo coincidía. 


Y eso aligera un poco el castigo a la hora de la sentencia, porque demuestra que, ciertamente, lo hizo en un estado de debilidad mental y de perturbación, que se manifestaban en sus recaídas de salud, con características de depresión.


Sonia acompaña a Rodya en todo ese proceso, desde que le leyó el relato de la resurrección de Lázaro, y le está cercana. Y vuelve a aparecer el detalle, antes de ir a entregarse, de la lectura del Evangelio del episodio de la resurrección de Lázaro, que es la segunda vez que aparece ese dato bíblico en la novela, que es la herramienta de procesos con los que está interiorizando Fedor Dostoievski, haciendo con ello una hermosa aplicación psicológica de resurrección aquí, en la historia, en el presente, de la resurrección, porque la resurrección, sin quitar su carácter en después de la muerte y que es un misterio, la resurrección es un hecho existencial, que en la novela se empieza a suceder en Rodya, gracias a Sonia; y que en el lector y en la literatura se hará a su debido tiempo y momento, y, que, en estas circunstancias de la jornada de oración por la unidad de los cristianos, con el lema de Jesús a Marta de “¿Crees esto?”, es una puesta en práctica de creer que la resurrección se da, aquí y aquí, con la esperanza, ciertamente, en la resurrección futura, pero, primeramente aquí en la historia personal e histórica, porque el mensaje del Evangelio se hace carne en la persona del único que es la esperanza, y que es realidad presente, y futura, porque por eso es esperanza; pero, esperanza encarnada en proceso; y Rodya o Roskanikov es en literatura una obra maestra de comprensión de resurrección. El detalle importante es, que, en ese momento uno como lector se sorprende porque vuelve a recordar que ya había aparecido el relato de sobre Lázaro y la resurrección. Es la segunda vez que aparece, y se reacciona en sorpresa, ahora, que vuelve a aparecer. Y, la memoria hace su trabajo al recordar que ya a se había leído ese relato del Evangelio de San Juan en la novela, e, igualmente, había sorprendido porque no se le hallaba sentido que el escritor apelara a ese texto bíblico, y se había pensado que podría ser, más bien, para rellenar con algo de algo su relato. Esa idea había sido, al menos para mí, en ese momento de la lectura y de la sorpresa.


Sentencian a Rodya a siete años de cárcel. Y, aparece, ya, en esa referencia de siete, tal vez a una relación con el valor de siete en sentido bíblico, como siete en proceso, siete en descanso, siete en pasos de poco a poco de asimilación de las cosas del mensaje y vida de Jesús.


En la cárcel se dan otros detalles, pero  resaltemos, el que Rodya se va transformando de esquivo y huraño e intratable a de trato más humano y sociable, sobre todo después de que una de las visitas de Sonia, cuando ellos se declaran su amor. Proceso de transformación… Tal vez, se trataba de comprender el proceso de inversión de hombre extraordinario a hombre ordinario, que era la idea que Rodya quería demostrar, y que es lo contrario de lo que Jesús propone, que es que su mensaje, y sobretodo, el Reino de los cielos, es para los sencillos, para los pobres de espíritu, y para lo que es fundamental ser niño.


Y, es estando en la cárcel, en una de esas visitas de Sonia, que se había mudado a vivir en una localidad cerca de la cárcel para poder ir a visitar a Rodya, éste le vuelve a pedir a Sonia que le vuelva a leer el relato de la resurrección de Lázaro; y, ahí, uno entiende como lector la magia de Dostoyevski en su obra magistral CRIMEN Y CASTIGO.


¡Impresionante!.

¡Maravilloso!


Muy interesante, sin duda.


Ahora bien, Rodya… ¿No tendrá razón en eso de la división de los hombres en dos categorías, en la de extraordinarios y en la de ordinarios, en la de los seres superiores y en los que obedecen como rebaños, de manera natural?


 Al ver el mundo de hoy, ¿no se estará aplicando esa teoría, de la que los que consideran superiores, les está permitido hasta derramar sangre para imponer sus ideas?


“¿Crees esto”? – le pregunta Jesús a Marta. La resurrección es en el ahora.


Y, ¿Qué tiene que ver la novela CRIMEN Y CASTIGO con el lema de este año, 2025, con la jornada de oración de los cristianos? Tal vez, porque, sea la esperanza lo central de todo, en ambos casos, tanto en la novela como en el lema de la jornada de oración. Solo, en tal vez…Eso, por una parte; por otra, es, que todos hemos sido alguna vez Rodya o Roskanikov de la novela de Fedor Dostoievski; esa es la grandeza de esta novela, que es un patrimonio intelectual, moral, cultural, por su repercusión psicológica en donde alguna vez nos vemos proyectados, o somos, prácticamente, el mismo Rodya, con procesos de aniquilación, de desmoronamiento, de auto destrucción, de desamparos, de tinieblas por la culpa y el remordimiento; y gracias a que haya una Sonia Semionovna Marmeladova en cualquiera de sus sentidos, ya en femenino o en masculino el caso, que, con su lectura del relato de la resurrección de Lázaro, sea el punto para no morir en nuestra propia miseria que lleva a la destrucción; y que es la grandeza del estilo literario en su riqueza humana de Fedor Dostoievski, que gusta jugar con ese proceso de destrucción psicológica y moral, y que en este caso de Rodya está plasmado en la división de seres extraordinarios y seres ordinarios, que no son más que puras patrañas de autoengaño, porque, nadie, en absoluto, nadie es extraordinario ni sobre otros ni sobre si mismo. En eso está lo extraordinario de esta novela, Crímen y Castigo, que, se requiere de un proceso de madurez para comprender, asimilar y hacer en carne propias que lo extraordinario es que somos, simplemente, ordinarios. 


“¿Crees esto?”.


Si no lo crees, tranquilo; la vida te lo va a enseñar. ¿Todavía no te lo ha enseñado? 

Y, viene, enseguida, la sorprendente Carta del Santo Padre Francisco sobre el papel de la literatura en la formación, del 4 de agosto de 2024, apenitas el año pasado, donde dice:

Una obra literaria es, pues, un texto vivo y siempre fecundo, capaz de volver a hablar de muchas maneras y de producir una síntesis original en cada lector que encuentra. Al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor, pero esto le permite al mismo tiempo hacer brotar la riqueza de su propia persona, de modo que cada nueva obra que lee renueva y amplía su universo personal.

A mí, por ejemplo, me encantan los artistas trágicos, porque todos podríamos sentir sus obras como propias, como expresión de nuestros propios dramas. Llorando por el destino de los personajes, lloramos en el fondo por nosotros mismos y nuestro propio vacío, nuestras propias carencias, nuestra propia soledad. Por supuesto, no les pido que lean lo mismo que yo he leído. Cada cual encontrará aquellos libros que digan algo a su propia vida y se conviertan en verdaderos compañeros de viaje. No hay nada más contraproducente que leer algo por obligación, haciendo un esfuerzo considerable sólo porque otros han dicho que es imprescindible. No, debemos seleccionar nuestras lecturas con disponibilidad, sorpresa, flexibilidad, dejándonos aconsejar, pero también con sinceridad, tratando de encontrar lo que necesitamos en cada momento de nuestra vida. 


Fin de la cita de la carta del Papa Francisco sobre la importancia de la lectura de las grandes obras de la literatura universal.

Y, fin de mi intervención de hoy.

Gracias.




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