UN CUENTO DE SOBRE EL SEIS DE MAYO
Érase una vez..
Lunes, seis de mayo:
Día de Santo Domingo Savio.
Se esperaba al señor Obispo.
Y, desde temprano, en la tarde,
el párroco iba tomando fotos
de los que se iban a confirmar.
Y, el joven, él o ella,
tomaba un crucifijo,
y se colocaba en el centro
del grupo familiar,
y se paraban para la foto,
y, enseguida,
se publicaba en wasap.
Y, otros,
miraban las fotos.
Y, se imaginarian allá
lo que aquí estaba sucediendo.
Y, llegó el Obispo.
Y, se vistió con ornamentos rojos,
porque es el color litugrico
para representar al Espíritu Santo,
que significa fuego,
fuerza, empuje,
y, carácter;
y, era, lo que los jóvenes
de ahí harían:
Recibirían,
ahora, de forma confirmada
el mismo Espíritu Santo
que recibieron en el bautismo.
Había que resaltar, que,
parecía que iba a llover:
se sentía mucho calor,
y eso, que los aires
acondicionados estaban full.
Y, afuera,
las nubes estaban oscuras:
parecía que lloveria.
Y, el Obispo,
el principal catequista de la Diócesis,
era, también, un catequizando,
y era catequista.
Y, su palabra, en ese momento,
era catequista.
Ya dejaba de hacer calor.
Y, los padrinos estaban contentos.
Y, los padres, más.
Y, los abuelos...
Y, la tía...
Y, los hermanitos.
Y, sonreían.
Y, papá y mamá,
estaban orgullosos,
y miraban qué grande han crecido sus hijos.
Y, querían besar a sus hijos.
-- ! Que cosa tan bonita!
Y, los padrinos
le decía a su ahijado:
-- ¡Dios te bendiga!
-- ¡Interesante!
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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