UN CUENTO DE SOBRE ALABANZA
Érase una vez...
El salmo 145:
-- Alaba, alma mía, al Señor:
-- alabaré al Señor mientras viva,
-- tañeré para mi Dios mientras exista.
Era uno de los salmos
de la salmodia de la Liturgia
de las horas, del día miércoles.
-- "alabaré al Señor mientras viva".
Y, el silencio lo invadía todo.
Y, si el calor tiene sonido,
entonces, se sentía, ya,
el sonido del calor,
apenas comenzaba el día.
Y, hacían eco
en los sentidos
las ideas de
"alabar al Señor mientras viva".
Y, lo que surgía de manera inmediata
era, solamente:
-- Gloria al Padre,
-- y al Hijo,
-- y al Espíritu Santo.
No salía alguna cosa más.
Solamente eso.
Y, sni sentir necesidad
de más que eso,
seguía haciendo su trabajo
la idea de alabar a Dios,
con la única realidad,
que, es,
"mientras viva".
Y, volvía el silencio
a cubrirlo todo.
Tal vez,
un silencio que lo acallaba todo.
Y, hasta el sonido del calor
enmudecía.
Porque, aún, el calor
como cosa viva,
y porque tiene vida propia,
también, el calor alababa al Señor.
-- ¡Ummmmmm!
-- ¡Interesante!
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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