UN CUENTO DE SOBRE LA OTRA CARA
Domingo, en la mañana.
Se acercó un señor,
de mediana edad,
más bien, joven.
Se sentó a conversar.
Situaciones de inquietudes existenciales,
personales, por supuesto.
De esto.
De aquello.
De sus cosa.
La vida.
Entonces, llegó a un punto
de cosas muy alarmantes.
Era propietario de una flota de camiones de transporte de alimentos.
Apenas, tres camiones.
Todas las semanas
iba y venía a y de Mérida,
de la zona del páramo.
Traía papas,
zanahorias, repollo,
y, también ajos.
Y, surtía el mercado de Puerto la Cruz.
Preocupado, más bien,
agradecido contaba, que,
daba gracias a Dios,
que varias veces se había salvado
de ser linchado por las turbas de gente,
que, en muchas ocasiones
habían salido
a saquear los camiones
cargados de lo que traía.
E, iba contando
sus sustos, de aquí,
de allá.
Y, llegó a una vez
en La Vía Alterna,
de Barcelona a Puerto la Cruz,
donde la agresión fue tan grande,
que el chofer se salvó
de explotar con el camión.
Y, yo, que le escuchaba
estaba asustado y sorprendido.
Y, sentía ganas de
pedirle perdón,
y de decirle,
que, lo lamentaba,
porque, era terrible
mirar la otra cara de la moneda,
y, sentía que
éramos desagradecidos
con él, y con ellos,
con los que nos
mantienen al traernos
los alimentos
con tanto sacrificio
y exposición a peligros
y maldades
de gente sin corazón.
Y, el señor
seguía hablando.
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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