Se continuaba sobre
-- si hay que bendecir
-- o, si no hay que bendecir.
-- Que lo importante
-- es la persona humana --
decían los que decían que sí.
-- ¿Dónde está, entonces, la conversión?
-- Y, ¿Dónde queda el pecado
contra el Espíritu Santo,
-- que hace que haya cambios de vida?
-- que hace que haya cambios de vida?
-- decían los que negaban
la idea de bendecir.
Y, en eso estaban.
Discusiones sin fin,
por supuesto.
-- ¡Y, es, que, ¿acaso Jesús bendijo algún caso concreto...?
-- ¿Hay en los Evangelios algún
dato de un caso?
Y, uno de ellos,
dijo que sí.
Todos lo miraron sorprendidos:
-- El caso del Centurión -- dijo.
Y, volvieron a mirarlo:
-- Evangelio de San Mateo 8:5-13:
-- Al entrar en Cafarnaúm,
se le acercó un centurión y le rogó
diciendo:
diciendo:
-- «Señor, mi criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos.»
-- Dícele Jesús: «Yo iré a curarle.»
-- Replicó el centurión:
«Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo;
-- basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
-- basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
-- Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes,
y digo a éste:
-- "Vete", y va; y a otro: "Ven", y viene; y a mi siervo: "Haz esto", y lo hace.»
-- Al oír esto Jesús quedó admirado
y dijo a los que le seguían:
-- «Os aseguro que en Israel
no he encontrado en nadie una fe tan grande.
-- Y os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se pondrán
a la mesa con Abraham,
Isaac y Jacob en el reino de los Cielos,
-- mientras que los hijos del Reino
serán echados a las tinieblas de fuera;
-- allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
-- allí será el llanto y el rechinar de dientes.»
-- Y dijo Jesús al centurión:
«Anda; que te suceda como has creído.»
-- Y en aquella hora sanó el criado.
-- ¡Ummmmmmm!
-- ¡Interesante!
-- ¡Maravilloso!
-- ¡Sorpresa!
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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