UN CUENTO DE SALMOS
P. Daniel Albarrán
Un encuentro casual
con los salmos,
y su contenido.
En imaginar la idea de
la alegría del salmista
cuando recuerda, que,
está yendo a Jerusalen,
y, ante la sola noticia
que van a volver,
se alegra.
Es cuando dice (salmo 121/2):
Oh, qué alegría cuando me dijeron:
Vamos a la Casa de nuestro Dios, a Jerusalén.
Y, en su imaginación que vuela,
expresa su alegría:
-- ¡Ya estamos, ya se posan nuestros
-- ¡Ya estamos, ya se posan nuestros
pies en tus puertas, Jerusalén!
Y, ya, antes,
tal vez el mismo salmista
había dicho la alegría
que sentía el que sabía
de esa caminata, y dice (salmo 41):
-- Recuerdo otros tiempos,
y desahogo mi alma conmigo:
-- cómo marchaba a la cabeza del grupo,
-- hacia la casa de Dios,
entre cantos de júbilo y alabanza,
-- en el bullicio de la fiesta.
Tal vez, se daba auto-estímulos
porque estaba triste:
-- ¿Por qué te acongojas, alma mía,
-- por qué te me turbas?
-- Espera en Dios que volverás a alabarlo:
-- «Salud de mi rostro, Dios mío.»
-- ¡Interesante!
-- ¡Más bien, bonito!
-- ¡Reconfortante!
Y, colorín-colorado;
este cuento se ha acabado.
Fin
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